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Bienvenidos aventureros digitales, en espacio de la gran red se encontraran con diversos temas y textos de interés, sobre todo relacionados con los temas de la vida y el esoterismo. Yo soy el que soy, Don Mario, su servidor. Estaré aquí para contestar sus preguntas, guiarlos por su camino y aconsejarlos en la vida.

lunes, 2 de julio de 2012


Las 8 claves para estar bien con uno mismo



Estar bien con uno mismo es una búsqueda que, para algunas personas, lleva toda la vida. Desde el instante mismo en que somos concebidos, comenzamos a ser destinatarios de expectativas, creencias, valores, normas, planes, sueños, frustraciones, resentimientos, traumas y etc., etc., etc. de los demás y en particular de nuestros padres. Y ahí comienza un doloroso proceso de desnaturalización y adaptación.

 ¡Los seres humanos somos capaces de increíbles sacrificios con tal de sentirnos aceptados y amados! Las consecuencias de ese proceso se manifiestan con el tiempo, en formas diversas de malestar, insatisfacción, ausencia de sentido, depresión e incomodidad con uno mismo. Y esto es algo constantemente presente en la consulta, aunque a veces la persona me asegura que lo que le interesa es analizar en su Carta Natal cómo está planteado su matrimonio o cuáles son sus perspectivas profesionales. Y si bien estos dos puntos -y otros- son muy importantes, generalmente lo que subyace a ellos es el malestar consigo mismo. Y ese es el punto del que conviene ocuparnos si lo que queremos es disfrutar de una vida feliz porque, de lo contrario, actuamos como el sanitario que pone un parche en un punto en que el caño pierde agua, sólo para tener que tapar otro al poco tiempo y una vez tapado también este, observar cómo aparece otro y otro y otro y...

  ¡Siempre tendremos alguna pérdida de agua de la cual ocuparnos! Lo bueno es que en algún momento tocamos fondo y ese tocar fondo puede ser una bendición disfrazada. En mi práctica como astrólogo y terapeuta he observado que la gran mayoría de las personas necesitan tocar fondo para disponer de un estímulo hacia la reacción.

 ¡Cuando estamos en el fondo, la única alternativa válida es comenzar a ascender! ¿Y qué es tocar fondo? Es la clara sensación de que estamos hartos, de que ya no queremos "más de lo mismo", de que sólo queremos estar-vernos-sentirnos totalmente bien y en paz con nosotros mismos y el mundo. En mi práctica de la Psico-astrología (síntesis de las modalidades "predictiva" y "terapéutica"), el primer paso es observar en la Carta Natal las características del "tiempo personal" que la persona está viviendo. Eso nos da las primeras pautas sobre si es su tiempo adecuado para comenzar un proceso de transformación. El segundo paso es recurrir a técnicas de cambio provenientes -en mi caso- de la Terapia Gestáltica, la PNL y el muy rápido y efectivo E.F.T. o Tapping, siempre apoyándome en la invalorable información emanada de la Carta Natal. Pero veamos ahora cuáles son, en mi opinión,

Las 8 claves del cambio que nos permiten sentirnos totalmente bien con nosotros mismos y rescatar al Ser que verdaderamente somos. Estas claves las descubrí a través de la obra de Claudio Naranjo -un destacadísimo terapeuta gestáltico- y me tomé la libertad de modificarlas y ordenarlas en función de mi propia experiencia como astrólogo y terapeuta.

Con la esperanza de que te sean útiles, aquí van:

 Clave Nº 1: Vive totalmente en el "ahora". Ocúpate del presente y no del pasado (que ya no está) ni del futuro (que aún no está). ¿Vives realmente en el "ahora"? Si observamos nuestros pensamientos en una actitud meditativa que excluya el intento de control y el juicio, probablemente descubramos que estamos constantemente pensando en el pasado o disparándonos hacia el futuro.¿Y cuáles son las consecuencias?: que vivimos en un permanente estado de ansiedad, nos torturamos revisando una y otra vez lo que hicimos "mal" y algo muy simple: nos perdemos el presente.

El presente simplemente se nos pasa y recién contactamos con él cuando se convierte en pasado. Ese rebobinar continuo del pasado es algo no sólo tóxico sino completamente inútil, porque lo único cierto respecto al pasado es que ya pasó y por mucho que hagamos, no tenemos cómo volver a él ni modificar nada. Lo adecuado es tenerlo como una valiosa referencia para nuestro aprendizaje. Y nada más.

 Y el proyectarnos hacia el futuro también es tóxico porque nos hace vivir en función de algo imaginario e irreal, puesto que aún no existe. Las personas que se proyectan mucho hacia el futuro suelen tener dificultades para disfrutar el presente. Son las que, mientras están cenando en vez de saborear lo que comen, piensan en lo que podrían almorzar al día siguiente. ¡Y por supuesto que en el siguiente almuerzo, se la pasarán pensando en la cena de ese día! ¿Qué podemos hacer, entonces? Apoyarnos muy firmemente en este momento, pues es lo único que realmente existe y se trata del único tiempo en el cual disponemos del poder de experimentar, sentir, hacer, elegir y decidir. Suelo proporcionarle a mis consultantes algunas sencillas y altamente efectivas técnicas de meditación que les ayudan a centrarse en el "ahora" y los resultados suelen ser notorias disminuciones de la ansiedad e insatisfacción. La razón de recurrir a técnicas, es que al "mono saltarín" que tenemos en la mente no es posible calmarlo sólo con buenas intenciones.

Clave Nº 2: Vive "aquí". Relaciónate con lo que está presente y no con lo ausente. Hace un tiempo me consultó alguien a quien llamaremos Ana. Al analizar su Carta Natal noté que estaba viviendo un momento de confusión respecto a su matrimonio, se lo comenté y me lo confirmó manifestándome que eso estaba produciéndole una intensa angustia. Me preguntó si astrológicamente era posible descubrir la causa y luego de focalizarme en esa área de su vida le dije que en mi opinión la causa era su dificultad para estar presente en la relación sexual. Me miró asombrada y me dijo que cuando estaba haciendo el amor con su esposo sus pensamientos comenzaban a divagar y se ponía a pensar en qué estarían haciendo sus hijos, qué habría cenado su mamá, qué película estarían proyectando en la televisión y un largísimo etcétera. Me sonreí y le dije que había descubierto una perfecta estrategia para "no estar ahí". Vivimos en una cultura que nos enseña a vivir ansiosamente, en una permanente búsqueda de excitación y eso hace que nos sea muy difícil estar realmente, experimentar realmente, vivenciar realmente. La ansiedad es un disparador que nos hace alejarnos de la experiencia y buscar inútilmente otros ámbitos y circunstancias que en ese momento no están a nuestro alcance. Nuestro cuerpo está cómodamente instalado en la butaca de un cine... y nuestros pensamientos están paseando por la oficina. Aparentemente estamos viajando por un hermoso lugar -al menos quien mirara diría que efectivamente estábamos ahí- ... y nuestros pensamientos vagan por el pago de cuentas que tendremos que hacer varios días después. Estamos de vacaciones, con todo a nuestra disposición para disfrutar plenamente... y nuestros pensamientos ya están de vuelta en las rutinas diarias del resto del año.

 ¿Si esto no es auténtica locura, entonces, la locura, qué es? Existen varias y muy eficaces técnicas para calmar la ansiedad a través del centramiento en el "aquí" y me gustaría compartir contigo una muy simple y asombrosamente reveladora. Te invito a que la experimentes. Aquí va:

1)             Aíslate y asegúrate de no ser molestado/a durante unos diez minutos.

2)             Siéntate cómodamente.

3)             Toma una fruta cualquiera y ponte un trozo en la boca.

4)             Dedícate a masticarla durante cinco minutos.

5)             Observa qué ocurre en tu mente mientras masticas el trozo de fruta.

 Clave Nº 3: Deja de imaginar y apóyate en el reconocimiento de lo obvio. Recientemente atendí a un matrimonio que acudió a mí en busca de ayuda para recomponer su relación, que estaba bastante deteriorada. Ella afirmaba que el principal motivo del deterioro era que él tenía relaciones extramatrimoniales. Poniendo mi rostro más inocente, le pregunté cómo ella sabía que él tenía relaciones fuera del matrimonio y su respuesta fue: "porque lo sé". ¿¡!? Frecuentemente damos por obvio lo que sólo es imaginario y más allá de no contar con la información adecuada, nos movemos con ese "porque lo sé". Sin embargo, lo obvio y lo imaginario son cosas muy diferentes. Poniendo una expresión aún más inocente, le pregunté en qué se basaba para sus afirmaciones y me dijo que a él le gustaba salir a realizar largas caminatas solo, que cuando iba a comprar cigarrillos al kiosco demoraba un buen rato, que a veces sonaba el teléfono y cuando ella atendía del otro lado colgaban el auricular, etc. Le pregunté si ya se le había ocurrido que los motivos podían ser distintos a los que ella creía y me dijo que no, que para ella era muy claro, totalmente obvio que él andaba "en cosas raras".

 Opté por hacerles un cuento. Juan y Pedro eran amigos desde la infancia y se querían entrañablemente. Una vez casados, mantuvieron su amistad e incluyeron a sus respectivas esposas. Un lunes alrededor de las 3 de la tarde Juan caminaba por la calle Tal, cuando vio venir por la vereda de enfrente y en dirección opuesta a la que él llevaba, a la esposa de Pedro. Le llamó la atención que la mujer caminaba tapándose la cara con su mano izquierda y miraba los números de las puertas. Finalmente se detuvo ante la puerta de un edificio, buscó en el portero eléctrico, oprimió un timbre y Juan pudo oír que cuando le respondieron ella dijo "soy yo". Y ahí comenzó, para Juan, el infierno. Su mente se disparó y los pensamientos que le vinieron fueron del estilo de "qué increíble, Fulana le es infiel a mi querido amigo", "si será astuta que hasta se tapaba la cara", "con lo buen esposo que es Pedro y esta arrastrada lo traiciona y vaya uno a saber con quién", "y yo que creía que era una buena persona y ahora compruebo que es una porquería", etc., etc., etc. Durante los siguientes dos días, Juan continuó alimentando su creencia respecto a la esposa de Pedro y al llegar el jueves ya había tomado la decisión de informar a su amigo. "Seguramente le va a doler enterarse de que su mujer es una arrastrada, pero como amigo tengo el deber de decirle la verdad". Ese día Juan va hasta la casa de Pedro y lo halla a éste disfrutando junto a su mujer, del atardecer en el jardín. Luego de saludarlos y poniendo una gran carga de ironía en sus palabras, se dirigió a la mujer y le hizo un comentario que sonó a casual:

-        Creo haberte visto el día lunes caminando por la calle Tal.

     La mujer se sonrió, llevó su mano izquierda a la cara haciendo un gesto como para cubrirse     un lado del rostro y le comentó alegremente a su marido:

-        Qué casualidad, mi amor. Juan me vio cuando estaba con aquel terrible dolor de muela (y acentuó el gesto de taparse la cara) y por suerte logré que un dentista que me recomendaron me atendiera de urgencia.

-        ¡Lo menos que Juan quiso en ese instante, fue que se lo tragara la tierra!

Todos hemos vivido situaciones parecidas, en las que confundimos lo imaginario con lo obvio. Y además, generalmente lo que imaginamos es lo peor. Es muy importante aprender a discriminar entre ambas cosas, porque si nos acostumbramos a dar por obvio lo imaginario, corremos el riesgo de vivir desconfiando y, por tanto, con serias dificultades en nuestras relaciones. En el caso de la pareja que me consultó, hicimos un proceso de terapia breve durante el cual ambos realizaron valiosos aprendizajes y revitalizaron su relación.

  Las respectivas Cartas Natales revelaron que él, debido a circunstancias muy dolorosas en su infancia, se había acostumbrado a aislarse y comunicarse muy pobremente y que ella, debido a haber sido testigo sufriente de las reiteradas infidelidades de su padre, había adoptado la desconfianza como filtro por el cual pasaban todas sus percepciones. En este caso, una vez más la Astrología demostró su eficacia para descubrir rápida y certeramente las causas de las conductas. El aprendió a desarrollar una comunicación más explícita con su esposa, cuidando el no tener conductas ambiguas que pudieran alimentar la imaginación de ella. Y ella, a su vez, aprendió a diferenciar entre lo imaginario y lo obvio, por medio de la herramienta más sencilla y efectiva: Preguntar en vez de imaginar y dar por cierto lo que imaginamos!

Clave Nº 4: Elige expresar claramente antes que manipular, explicar, justificar o juzgar. Algunas personas -tal como vimos en la clave anterior- desarrollan una comunicación muy ambigua de lo que llamo del tipo "parece que es, pero no es". Experimentamos una necesidad y en vez de expresarla claramente, recurrimos a expresiones distorsionadas o "disfrazadoras" de ella. Ejemplos:

·       Queremos ser mimados y en vez de expresarlo claramente, recurrimos a sentirnos mal y de ese modo logramos que nos mimen.

·       Hacemos o decidimos algo y pese a tener derecho a hacerlo, recurrimos a explicar y justificarnos.

·       Dejamos de querer a alguien y en vez de expresarlo claramente, nos convertimos en coleccionistas de los defectos de ese alguien, como modo de justificar que queremos distanciarnos.

Uno de los problemas que suelen surgir cuando no expresamos claramente, es que tampoco nos expresamos claramente con nosotros mismos y estamos siempre confundidos y sin ser conscientes de lo que nos pasa.

María (nombre ficticio) me consultó y se quejó de que su esposo no era tierno con ella. Analizando su Carta Natal surgieron varios indicadores de que ella solía pedir por la vía indirecta en vez de expresar claramente. Buscando descubrir cuál era su estrategia para obtener ternura, me confió que su esposo se enternecía cuando ella se enfermaba. Resultado: ¡María se enfermaba con sospechosa frecuencia! Durante varias consultas nos dedicamos a remover esa conducta e instalar una nueva, caracterizada por el reconocimiento por parte de María de que tenía total derecho a pedir ternura y que el camino más corto era, simplemente, pedirla. El cambio positivo que tuvo su relación matrimonial fue notorio.

Clave Nº 5: Acepta el desagrado y el dolor tanto como el placer; no restrinjas tu experiencia. Todos los seres vivos compartimos una cualidad: tendemos a alejarnos del dolor y aproximarnos al placer. Sin embargo, la vida nos pone en el camino muchas situaciones desagradables y dolorosas y no lo hace porque se ensañe con nosotros y goce con nuestro malestar. Lo hace, en cambio, porque para crecer necesitamos contar con una gama amplia de experiencias y, entre ellas, con las dolorosas. El otro punto es que formamos parte de una sociedad en la que se nos inculca el rechazo del dolor, como si el experimentarlo fuera algo degradante. "No llores, sé hombre" y "las mujeres tienen que aprender a controlarse" son dos de los múltiples mensajes que recibimos de la normativa social. La sociedad nos dice: "No sufras. En cuanto sientas que viene el dolor, haz algo para deflectarlo (amortiguarlo y desviarlo). Entretente con cualquier cosa, alcoholízate, drógate, atúrdete, desconéctate de ti mismo". Y necesitamos experimentar el desagrado y el dolor para poder vivir como personas íntegras y totales. Es imposible vivir solamente en un polo. El problema, es que le tenemos un profundo miedo a la experiencia. Y el principal miedo es a perder el control de nosotros mismos. ¡Como si alguna vez, realmente, lo hubiéramos tenido! Pero además, hay algo que es clave tener en cuenta: nuestros mayores avances y crecimientos son estimulados por el dolor. Detente un instante y recuerda tus mayores momentos de crecimiento personal. ¿Verdad que todos fueron frutos de situaciones de crisis?

Clave Nº 6: No aceptes ningún "debería" o "tendría". Utiliza el "quiero" o "no quiero". Algunas personas viven como si fueran rígidos e implacables jueces y carceleros de sí mismas. Cuando se plantean el hacer algo, se hablan a sí mismas en términos de "debería hacer tal cosa" o "tendría que hacer tal otra". Estas dos palabritas ("debería" y "tendría"), poseen una muy grande carga emocional negativa, porque implican una obligación y no sé tú, ¡pero te aseguro que a mí, hacer algo obligado no me estimula precisamente a hacerlo! Hace unos meses estábamos viendo con un consultante su Carta Anual y le comenté que en ese entonces estaba atravesando un período de descuido de su actividad profesional y su respuesta y siguiente diálogo fueron:

 -        Sí, es exactamente como tú me dices Alberto. En verdad, "debería" ponerme a trabajar más horas.

-        Pero, ¿tú quieres trabajar más horas?

-        Permanece un momento en silencio y pensando.

-        No, no quiero aumentar mi carga horaria, pero debería hacerlo.

-        ¿Y quién dice entonces que deberías hacer algo que no quieres hacer?

Y en hallar a ese "quién" que nos da órdenes, radica gran parte de un importante paso en nuestra liberación de condicionamientos. Porque ese "quién" es un mandato de nuestro ego, producto de las normas y "debeísmos" que nos hicieron tragar, generalmente, durante la niñez. Y esos debeísmos son los directos responsables de muchas de las frustraciones que vivimos, pues nos inducen a elegir en función de deberes y no de quereres.

Por eso, muchas personas estudian lo que no quieren, se casan con quien no aman, trabajan en lo que no les gusta y viven sus vidas como pesadas cargas.

Acordamos con mi consultante dedicarnos a descubrir y neutralizar sus "debeísmos" y sustituirlos por decisiones libres de condicionamientos. Estos debeísmos son órdenes que hemos internalizado generalmente en forma inconsciente y que permanecen en nosotros como si fueran quistes de la personalidad.

 Aplicando eficaces técnicas para volver consciente lo inconsciente, mi consultante pudo descubrir las órdenes que tenía enquistadas, quitarlas definitivamente y comenzar a vivir desde el "quiero" y el "no quiero".

Te pregunto a ti, querido/a lector/a:

¿Haces lo que haces en tu vida, porque quieres hacerlo o porque debes hacerlo?

Clave Nº 7: Responsabilízate plenamente por tus acciones, pensamientos y sentimientos.

-                                      "La situación está difícil y por eso no consigo un empleo".

-                                      "Mi negocio no rinde porque la gente no sabe distinguir lo bueno".

-                                      "El me hace verme como una inútil".

-                                      "Ella me complica la vida".

-                                      "No puedo evitar pensar de este modo".

-                                      "Tú me pones triste".

-                                      "Ellos me hacen enojar".

-                                       

Todos hemos pensado y dicho estas afirmaciones alguna vez. Y algunos de nosotros lo hacemos muy frecuentemente. Son afirmaciones típicas del no hacerse cargo de uno mismo y reflejan la costumbre de proyectar en alguien o algo, la responsabilidad.

Estábamos en una sesión de terapia con Roberto y me dijo:

-        Mi novia me hace sentir furioso.

-        Recurriendo a una expresión de "yo no fui" en mi rostro, le pregunté:

-        ¿Y cómo hace tu novia para hacerte sentir furioso? ¿Te inyecta furia?

Mi miró sorprendido y a continuación se sonrió. Había comprendido.

Nadie ni nada posee la capacidad de "hacernos" pensar, sentir o actuar de un determinado modo. Siempre somos nosotros mismos los que, ante lo que ocurre, elegimos cómo pensar-sentir-actuar. Y elegimos aunque estemos convencidos de que no lo hemos hecho.

 ¡A veces elegimos no elegir y, en realidad, estamos eligiendo! Entonces, o nos hacemos responsables por nosotros mismos, o vamos por la vida depositando en los demás la responsabilidad y percibiéndonos como marionetas que piensan-sienten-actúan según los demás quieran.

En tanto Roberto dijera y se dijera que era su novia quien hacía la cosa, se situaba en una postura de impotencia total en cuanto a posibilidades de cambiar lo que sentía. Cuando comenzó a ver la situación desde un nuevo y maduro ángulo, se dio cuenta de que él tenía el control sobre sí y que podía usarlo en función de sus propias elecciones. Cambió el "mi novia me hace sentir furioso” por el capacitador "ante lo que mi novia hace o dice yo elijo sentir furia". Cuando nos damos cuenta de que somos nosotros mismos los que hacemos las opciones, ganamos en poder personal.

 Porque si somos capaces de elegir pensar-sentir-actuar de modos que no nos ayudan a sentirnos bien, también somos capaces de elegir pensar-sentir-actuar de un modo diferente. A partir de ese reconocimiento disponemos verdaderamente de diversos caminos para adoptar nuevos y más satisfactorios modos de pensar, sentir y actuar. Nosotros tenemos en nuestras manos el control. ¡Claro que, a veces, preferimos no enterarnos!

Clave Nº 8: Acepta ser cómo eres. A veces decimos "yo soy cómo soy", como si tal declaración fuera un pasaporte para cualquier cosa. El "soy cómo soy" no es una excusa ni justificación válidas, si ello nos lleva a perjudicar a otros o a nosotros mismos. Y sin embargo, en mis consultas no me canso de animar a mis consultantes a que acepten ser cómo son. ¿Es una contradicción? Veremos que no lo es. Si queremos modificar algún aspecto de nuestra personalidad porque sabemos que nos ayuda a sentirnos bien, el primer paso es poder identificar y aceptar ese aspecto.

 ¡No podemos actuar sobre lo que no conocemos! El aceptar ser cómo somos, implica el reconocimiento de que hasta este momento hemos sido lo mejor "yo mismo" que hemos sabido (según nuestro grado de autoconciencia) y podido (según nuestro grado de aprendizaje existencial). Algo que siempre les comento a mis consultantes recordando errores que he cometido a lo largo de mi vida, es que si hubiera sabido y podido actuar diferentemente, seguramente lo habría hecho.

El planteo adecuado es: hasta ahora he sido de esta forma y en el aquí y ahora dispongo de la libertad de elegir continuar siendo así o transformarme. La aceptación del ser cómo somos y el perdonarnos por ello (sí, necesitamos perdonarnos), provoca el desprendimientos de los sentimientos de culpa y nos capacita para generar los cambios que queramos. No significa que éste que ahora soy, sea el ideal. Sí significa, que éste que ahora soy es la mejor versión posible de mí mismo” Aquí y ahora".





                                               J. Mario Meneses y Vega






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