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Mírame como a un ser humano. Soy como tú, con virtudes y
debilidades que necesito que comprendas. Por favor, salúdame. Será el primer
paso para una relación cordial.
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No me grites. Nos debemos respeto mutuo y a ninguno de
los dos nos gusta que nos griten.
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No te pongas de mal genio cuando te llamo o me acerco a
ti. Nuestra relación de trabajo necesita comunicación.
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Sé que tienes muchas presiones y ocupaciones, pero nos
necesitamos mutuamente para que esta empresa funcione.
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No me digas que haga algo que tú no haces. El ejemplo
arrastra más que la orden. Si actúas bien, tienes toda la autoridad moral para
exigir lo mismo de mí.
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Sé una persona sociable. El trabajo no obliga a la
amistad, pero sí al compañerismo. Así, las muchas horas que pasamos juntos,
serán más gratas.
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Si digo o hago algo que no te gusta, dímelo y no hables a
mis espaldas. Acepto que me expreses lo que no te agrada, directamente y con
naturalidad.
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Yo haré lo mismo contigo, me refiero a todo lo bueno que
haces por mí, desde luego. Así, sin herirnos, con ánimo permanente de ayuda,
mejoraremos en nuestras actitudes.
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No me declares la guerra fría. Si no te agrado como
persona, lo acepto. Seguramente somos muy diferentes y no muy parecidos. Pero
nuestro conflicto interpersonal, no puede entorpecer el trabajo que cada uno
desarrollamos, ni el desarrollo de nuestra empresa.
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Esta organización nos contrató para nuestro desempeño, no
por nuestros gustos o disgustos personales. Debemos tener el suficiente grado
de madurez para comprenderlo y cumplirle.
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Hazme críticas constructivas que coadyuven a mi superación
y no a sentirme mal cada vez que empleas el sarcasmo o la cólera.
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Compréndeme, yo también tengo a veces tanto cansancio
como tú, problemas como tú, y exceso de trabajo como tú.
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No me menosprecies. Los dos tenemos valores y talento.
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Seamos verdaderos compañeros de trabajo. Así nuestra vida
laboral diaria será productiva y de una gran calidad.
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