
Otra forma de expresión es el gesto corporal, ya sea con alguna porción de la cara o con alguna del resto del cuerpo. Existe una forma de expresión que caracteriza en forma muy peculiar al ser humano y ésta es precisamente la RISA.
La RISA es el movimiento de la boca y otras partes del rostro que demuestran alegría. La RISA es una expresión de una emoción debida a diversos elementos intelectuales y afectivos, se muestra principalmente en una serie de aspiraciones más o menos ruidosas, dependiendo en gran parte de las contracciones del diafragma y acompañadas de contracciones involuntarias de los músculos faciales y resonancia de la faringe y el velo del paladar.
La RISA es provocada por algo que mueve el ánimo, en virtud de su carácter jocoso, ridículo o placentero. Aparte de las causas morales que la excitan, la RISA puede reconocer como origen simples reflejos.
Todos hemos reído afortunadamente agradeciendo el poder hacerlo.
La historia nos remite a manifestaciones culturales y artísticas relacionadas directamente con la RISA. Nuestro amplio acervo cultural prehispánico, nos muestra dentro de la cultura Totonaca en el centro de Veracruz, una producción fecunda y acertada de figurillas sonrientes, éstas suelen representar a Xochipilli, dios de la música, de la danza, de la procreación y del nuevo maíz. El artista Totonaca, no solo se inspira en la plástica Olmeca, sino también en el período preclásico de Tlatilco, en el cual a causa de un vitalismo impregnado de buen humor y de inspiración es más patente la adopción del rictus de la RISA.
Hemos visto algunos ejemplos afortunados de esta forma de expresión corporal tan distintiva y que siempre nos ha producido una sensación muy placentera.
En el arte escénico, tenemos el Drama y la Comedia. Y es esta última la que siempre nos ha llenado de placer, alimentando nuestro espiritú a plenitud.
Todos recordamos a un personaje que alguna vez en la vida nos haya dejado una huella imborrable relacionada con la RISA. Yo recuerdo a un bufón que provocó mis primera sonrisas cuando niño, se llamaba Carlitos y actuaba los domingos en un parque público al que solia ir con mis padres. Estoy seguro que todos tenemos algún Carlitos en nuestra vida, alguién que nos enseñó a amar lo bello, lo espontáneo, lo sano; aquel que irremediablemente provocó nuestra primera RISA.
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