COSAS DE LA EDAD
El día que comprendió que la
experiencia había dejado sus huellas sobre su capacidad de ver y entender la
realidad, se tomó un tiempo. Sí, se citó para una conversación a dos en la que
nada quedaría sin repasar.
El escenario era una noche invernal
poco después del mediodía (paradoja escandinava), en la que la nieve rechazaba
derretirse y el frío inundaba con ráfagas de miedo ese palco lleno de años y de
cuentas pendientes que desde una esquina del tiempo en una esquina de su vida
exigían un proyecto de futuro que no fuera un mero dejar que los años se
evaporaran sin siquiera tocarlos, sin apenas probarlos.
Echando una mirada
hacia atrás vio que desde ese atrás lo miraban de reojo pedazos de sí mismo de
todos los colores con todas sus verdades y mentiras, con todas sus respuestas y
fracasos, y en un gesto heredado de la experiencia los agregó en un santiamén a
la cuenta corriente de su vida, mientras se decidía de una vez por todas a
sembrar el camino de los años que lo esperan a la vuelta de los días con
preguntas que le indiquen el camino, con acciones que demuestren que respira,
con deseos que alimenten el sentido de su vida. Nunca supo si fueron horas las
que pasó consigo mismo. Nunca supo qué fueron.
Ni supo si fueron, pero supo y sabe
que quedaron resumidas en pocas palabras las pocas consignas que a partir de
entonces mantienen su equilibrio y fortaleza mientras desliza feliz y contento
por el tobogán de la tercera edad.
1.
Si debe elegir entre callar o gritar, grita, porque
callar es renunciar.
2.
Cuando debe optar entre la charla amena y el debate
ardiente, elige el segundo, porque renunciar a confrontar ideas es optar por el
silencio, y el silencio es un mal consejero para los mayores de cuarenta.
3.
En el caso de tener que mentir para que lo acepten,
pues que no lo acepten, porque fingir después de los cuarenta es robarle
sentido a la vida. Más vale que no lo quieran por lo que es que tener que
inventar a quien no es para que lo quieran.
4.
Si sabiendo tiene que declarar que no sabe para que
quien no sabe piense que sabe más que él, o decir lo que sabe aunque los que
escuchan piensen que no sabe lo que dice, elige lo segundo, porque prefiere que
lo odien por lo que sabe y no que lo quieran por su ignorancia.
5.
Si los que lo escuchan no saben la diferencia entre
el debate y el convivió, la pelea y el consenso, transformando adversarios de
un momento en enemigos definitivos, no le queda más remedio que seguir pagando
el precio de ser como es, porque si dejara de serlo traicionaría a todos los
años que lo condujeron hasta el presente.
6.
En otras palabras, de esa charla entre él y su yo
nació la persona que es hoy.
Mayor, pero joven Adulto, pero adolescente. Peleador,
pero caballero.
Son esas las armas para luchar
contra el peor enemigo de los muchos años.
-
porque la paz después de los cuarenta, esa
tranquilidad que se nutre de besos y abrazos, de saludos y caricias, de amigos
y muy amigos, sin conflictos ni debates ni peleas ni gritos ni un poquito de
sal en las heridas.
-
Es la famosa paz de los cementerios, tan cantada en
prosa y verso. Es por todo esto y más que siempre que puede se deja llevar por
el joven que lo habita, porque la edad podrá afectar al cuerpo pero no al niño
que es, y permitir que los años amordacen y oxiden a ese infante rebelde es
caer en la emboscada que la vejez le tiende a todos los que dejan de tener
esperanza en el mañana y se rinden a los achaques que los años les regalan.
Lo que sí, no le cabe la menor duda
de que morirá muy joven, aunque el cuerpo sea muy pero requete muy viejo. Ojala
nosotros también. Esperemos que sigamos siendo niños, para afrontar la realidad
cuando estemos... ¡VIEJOS!
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