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Bienvenidos aventureros digitales, en espacio de la gran red se encontraran con diversos temas y textos de interés, sobre todo relacionados con los temas de la vida y el esoterismo. Yo soy el que soy, Don Mario, su servidor. Estaré aquí para contestar sus preguntas, guiarlos por su camino y aconsejarlos en la vida.

jueves, 7 de junio de 2012





COSAS DE LA EDAD


El día que comprendió que la experiencia había dejado sus huellas sobre su capacidad de ver y entender la realidad, se tomó un tiempo. Sí, se citó para una conversación a dos en la que nada quedaría sin repasar.

El escenario era una noche invernal poco después del mediodía (paradoja escandinava), en la que la nieve rechazaba derretirse y el frío inundaba con ráfagas de miedo ese palco lleno de años y de cuentas pendientes que desde una esquina del tiempo en una esquina de su vida exigían un proyecto de futuro que no fuera un mero dejar que los años se evaporaran sin siquiera tocarlos, sin apenas probarlos.

Echando una mirada hacia atrás vio que desde ese atrás lo miraban de reojo pedazos de sí mismo de todos los colores con todas sus verdades y mentiras, con todas sus respuestas y fracasos, y en un gesto heredado de la experiencia los agregó en un santiamén a la cuenta corriente de su vida, mientras se decidía de una vez por todas a sembrar el camino de los años que lo esperan a la vuelta de los días con preguntas que le indiquen el camino, con acciones que demuestren que respira, con deseos que alimenten el sentido de su vida. Nunca supo si fueron horas las que pasó consigo mismo. Nunca supo qué fueron.

Ni supo si fueron, pero supo y sabe que quedaron resumidas en pocas palabras las pocas consignas que a partir de entonces mantienen su equilibrio y fortaleza mientras desliza feliz y contento por el tobogán de la tercera edad.

1.     Si debe elegir entre callar o gritar, grita, porque callar es renunciar.

2.   Cuando debe optar entre la charla amena y el debate ardiente, elige el segundo, porque renunciar a confrontar ideas es optar por el silencio, y el silencio es un mal consejero para los mayores de cuarenta.

3.   En el caso de tener que mentir para que lo acepten, pues que no lo acepten, porque fingir después de los cuarenta es robarle sentido a la vida. Más vale que no lo quieran por lo que es que tener que inventar a quien no es para que lo quieran.

4.   Si sabiendo tiene que declarar que no sabe para que quien no sabe piense que sabe más que él, o decir lo que sabe aunque los que escuchan piensen que no sabe lo que dice, elige lo segundo, porque prefiere que lo odien por lo que sabe y no que lo quieran por su ignorancia.

5.   Si los que lo escuchan no saben la diferencia entre el debate y el convivió, la pelea y el consenso, transformando adversarios de un momento en enemigos definitivos, no le queda más remedio que seguir pagando el precio de ser como es, porque si dejara de serlo traicionaría a todos los años que lo condujeron hasta el presente.

6.   En otras palabras, de esa charla entre él y su yo nació la persona que es hoy.

Mayor, pero joven Adulto, pero adolescente.           Peleador, pero caballero.


Son esas las armas para luchar contra el peor enemigo de los muchos años.

-       porque la paz después de los cuarenta, esa tranquilidad que se nutre de besos y abrazos, de saludos y caricias, de amigos y muy amigos, sin conflictos ni debates ni peleas ni gritos ni un poquito de sal en las heridas.

-       Es la famosa paz de los cementerios, tan cantada en prosa y verso. Es por todo esto y más que siempre que puede se deja llevar por el joven que lo habita, porque la edad podrá afectar al cuerpo pero no al niño que es, y permitir que los años amordacen y oxiden a ese infante rebelde es caer en la emboscada que la vejez le tiende a todos los que dejan de tener esperanza en el mañana y se rinden a los achaques que los años les regalan.

Lo que sí, no le cabe la menor duda de que morirá muy joven, aunque el cuerpo sea muy pero requete muy viejo. Ojala nosotros también. Esperemos que sigamos siendo niños, para afrontar la realidad cuando estemos... ¡VIEJOS!

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